martes, 30 de diciembre de 2008

Palermo

Debí estrangular a mi mujer anoche, entre las once y la una. O matarlos a la hora de la siesta, cuando no piensan en sorpresas. Debí decir que lo sabía, porque lo supe.
Debí matarla anoche. Estrangularla, porque en las manos tengo fuerza. A patadas, porque sé de patadas. Debí decírselo y matarla. Se puso un collar nuevo, no me miró, corrió al teléfono.
No la maté, y nunca seré el mismo. Empezaré a perder.
No la maté por hoy. Por esta tarde. Esta carrera.
Yo, jockey, yo jinete embriagado de caballos, yo vencedor, yo en el rapto del viento, cálculo, talón, fusta, en la avalancha, frío y demente saliendo a la cabeza.
Yo, célebre con razón.
¿Qué más?
No importa.

Sara Gallardo

No hay comentarios: