Me quiero mucho, y me lo merezco. A lo largo de mi vida no encontré a ninguna que valga siquiera lo que vale mi sombra. Y es una lástima. Me mimo y no me dejo sola. De noche, al abrigo de las sábanas, me tapo la cabeza con el cubrecama y me descubro pensando: ¡pero qué buena muchacha! Me quiero, lo repito. Hasta pensé pedirme mi mano. Y ni decir que no acepte, un día de estos, quién sabe... Me haría una casa bellísima, a mi gusto, donde iría a vivir sola conmigo. Qué magnífico. Y me sería sincera, absolutamente sincera. E inflexible cuando fuera necesario. Pero también dispuesta a comprenderme y perdonarme. Y lo que más cuenta, a mimarme. Pero ¡qué embole esta noche! (Esto me lo digo a mí).
M. Sofía Casnedi
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