Cuando un ómnibus ha devorado más hombres y mujeres de los que aceptan alegremente sus entrañas, su proceso digestivo se ve interrumpido abruptamente. Cesa, por falta de espacio, el convulsivo batir de su estómago, se limita la secreción de jugos gástricos y los pasajeros son excretados por la puerta posterior prácticamente intactos. La Secretaría de Transportes no se hace responsable de aquellos que se atreven a viajar en un ómnibus vacío.
Ana María Shua
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