Lo he vuelto a ver, no hace mucho. Sus cejas muy apretadas sobre la nariz, sus facciones estrujadas; las ropas cenicientas, como carcomidas por la cal viva. La mirada era errátil, deslumbrada, interrogante.
No sé explicar por qué me pareció ya muerto, que caminaba sobre su única pierna, muerto.
¿No recuerdas su voz radial, todos los días a las once, su voz cómicamente aterradora?
Guillermo Prieto
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