Una galera tan antigua y digna. Ahí, con sus cuatro cuerdas al viento. Cernícalos ciclópeos se aproximaron a la proa. Nadie soplaba un tango por aquel viejo saxofón.
El tintineo de las copas invitaba al vino. Tú no estabas ahí.
El minotauro se acercaba corriendo y agitando su mano.
No otra vez.
Tu mano se encontró con la mía y yo desperté exudando mi confianza por los poros.
Lauro Zavala
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