Eva pidió un compañero. La diosa se arrancó una costilla; el hueso transmutó en un hermoso mancebo.
—Éste es Laesilae, que significa Señor de la Lujuria.
—No lo quiero —Eva frunció el ceño.
La diosa se arrancó una segunda costilla:
—Éste es Virbífido, que significa Placer Supremo.
Eva tampoco lo quiso, como no quiso al resto de los atléticos, alegres y ardorosos postulantes que fueron surgiendo. Malhumorada y descostillada, la diosa se extirpó una uña: floreció un hombre de indisputable fealdad y rostro compungido.
—Se llama Adán, no sé qué significa.
Incapacitados de saber por qué ellas adoran el misterio, contentémonos con saber desde cuándo.
Orlando Romano
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