Cuando vi sacar aquel cadáver del agua, grité:
—Ése soy yo... Yo.
Todos me miraron asombrados, pero yo continué: "Ése soy yo... Ése es mi reloj de pulsera con un brazalete extensible... Soy yo".
—¡Soy yo!... ¡Soy yo! —les gritaba y no me hacían caso, porque no comprendían cómo yo podía ser el que había traído el río ahogado aquella mañana.
Ramón Gómez de la Serna
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