sábado, 11 de octubre de 2008

Pasión

El hombre, con los brazos abiertos delante de la puerta, le obstaculizaba el paso. Ella no pudo evitar una sonrisa, pese a todo.
–Pareces un Cristo.
–No te vas.
–Volveré en unos días.
–¿Está aquí de nuevo, verdad?
–¿Para qué lo preguntas?
–No te vayas.
–Déjame salir.
–¿Esto va a durar toda la vida?
–No lo sé.
El hombre se apartó, cruzó junto a ella evitando rozarla, se sirvió un trago y se hundió en un sillón, derramándose encima la bebida, mientras la puerta se cerraba. Se levantó de inmediato, fue hasta la ventana: sólo entonces se dio cuenta de que llovía.
–Se va a mojar –dijo, en voz muy baja.

Julio Miranda

No hay comentarios: