martes, 14 de abril de 2009

Historias para el Rey

Nunca pude imaginar que fuese tan agradable la función de contar historias para la cual fui nombrado por decreto del Rey. El nombramiento me tomó por sorpresa, porque jamás había ejercitado mis dotes de imaginación e inclusive tengo cierta dificultad para expresarme. Pero bastó que el Rey confiara en mí para que las historias me brotaran de la boca como agua de manantial. No necesitaba inventarlas. Se inventaban a sí mismas.
Este placer duró seis meses. Un día, la Reina fue a decirle al Rey que yo estaba exagerando. Contaba tantas historias que no había tiempo para apreciarlas, ni aun para escucharlas. El Rey, que juzgaba mi elocuencia un mérito, pasó a considerarla un defecto, y ordenó que yo sólo contase media historia por día y descansase los domingos. Me puse triste, porque no sabía inventar media historia. Mi incapacidad desagradó y fui sustituido por un mudo que narra por medio de señas y arranca los mayores aplausos.

Carlos Dummond De Andrade

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