domingo, 29 de marzo de 2009

Merienda al mariscal

Estoy en el merendero. Espero al mariscal que no vendrá, porque está muerto: mi tío Carlos Javier (mi Tito, como le decía cuando aún no existía una Yugoslavia en mi pequeño mapa). No era medio hermano de mi madre. No tocaba la guitarra ni el “tres”, ni era odontólogo, ni tenía tantos y tantos amigos, ni fue dueño, sucesivamente, de muchos automóviles. No, no murió de cirrosis hepática, ¡quién ha dicho!, por al alcohol.

(He ahí su retrato en negativo.)

A ratos parpadeo en el aire la ilusión de que ya se aproxima a nuestra mesa... y el camarero pregunta, solícito, ¿qué desean ustedes...? Yo respondo: la cuenta, por favor.

Guillermo Prieto

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