lunes, 12 de enero de 2009

El que sigue

La sala de espera estaba vacía. Tenía suerte: no iba a perder mucho tiempo. Caminó rápido hasta el único sillón. Al sentarse, le pareció notar algo en el asiento y se levantó. No había nada, el cansancio le hacía imaginarse cosas. Se sentó nuevamente. Cerró los ojos e intentó descansar. Los almohadones eran más mullidos de lo que parecían. Tal vez por eso, recordó cuando era chico e iba a nadar al río. Revivió el placer de sumergirse. El sillón se acomodaba cada vez más a su cuerpo. De pronto, escuchó voces. Alguien vendría a interrumpir su reposo. Abrió los ojos y trató de incorporarse. No pudo. La vista se le fue nublando. Se aferró al apoyabrazos pero supo que era inútil. Ya sin aire, dio un instintivo manotón de ahogado. Desde el fondo del sillón, lo último que percibió fue como otro, el próximo, se sentaba sobre el extremo de su mano derecha que apenas sobresalía.

Juan Sabia

9 comentarios:

Anónimo dijo...

esta muy bonito :))

Anónimo dijo...

pero no se entiende causa soy de peru y no etiendo :((

La profe de lengua dijo...

Entiendo que es una metáfora acerca de lo mucho que un paciente debe esperar en las salas de los consultorios cada vez que tiene un turno con algún médico.

Anónimo dijo...

Viva peru

Anónimo dijo...

a cuanto el kilo de papas?

Anónimo dijo...

peruano forever

Anakin Britos Cuellar dijo...

Rico pingo peruano

Anónimo dijo...

aburrido.

Anónimo dijo...

Prepárame la cena, que me siento solo