No me importa que me abandones y pidas el divorcio, siempre que acuerdes conmigo en que la quinta en Pilar sigue siendo mía. No me importa quedarme sin esa propiedad donde transcurrió mi infancia, pero el semipiso de Callo y Quintana no pienso cedértelo. Me tiene sin cuidado quedarme sin inmueble alguno, porque al fin así como vinimos desnudos al mundo, desnudos nos iremos; pero no se te ocurra invocar derecho alguno sobre la cuenta en el banco de Miami, en donde he venido ahorrando para la vejez. Es cierto lo que dices, los dos tenemos necesidades, pero yo no puedo cederte los bonos hipotecarios del Banco de Galicia; sólo te los doy si me garantizas que no tocarás los muebles de mi escritorio ni mi biblioteca profesional, que al cabo no te sirve para nada. Está bien, que sea como tú quieras, pero el gato me lo llevo yo.
David Lagmanovich
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