Julio Ortega
lunes, 17 de noviembre de 2008
Visita al gran día
Vuelvo a la casa de mis padres. Esta vez es una casa distinta. En el comedor hay una gran mesa colmada de alimentos, frutas y postres. Esa abundancia no me sorprende y me complace: la casa parece rebosar de cosas simples y necesarias. Mis padres lucen más jóvenes y mis hermanos son todavía pequeños. Sólo yo soy mayor. Entiendo que así el tiempo ha pasado para mí, de modo que la energía con que mi madre se desplaza es, en verdad, anterior a este presente. Mi padre va y viene en un movimiento dinámico y plácido. Me abrazan y me ofrecen de comer. Sé que esta vida bajo el gran día es cierta. Estamos todos vivos, me digo, y el tiempo aún no ha agotado los alimentos de la mesa.
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