lunes, 24 de noviembre de 2008

Un hombre serio

Era un hombre sin reloj y sin codicia, hábil en el ejercicio diario de la alegría.
Cuando los presentaron, ella lo consideró adecuado fundador de una estirpe. No tardó en convencerlo.
Transcurrido cierto tiempo de vida en común, la esposa le enseñó la ventaja de las comidas a horario y los cheques puntuales. Oscar depuso la cámara fotográfica, el saxo y su colección de máscaras africanas.
Más tarde se avino a usar trajes de colores sobrios. Aprendió la conveniencia de cortarse el pelo cada quince días y de adoptar horarios fijos. Oscar también empezó a reconocer el polvillo sobre el lustre de sus zapatos acordonados y el reflejo de su imagen en el vidrio del escritorio. Después de un tiempo supo lo que era ser respetable. Y hasta empezó a gustarle.
Ella suspira resignada al decir que le costó mucho acostumbrarse a un hombre tan serio.

Laura Nicastro

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