martes, 30 de septiembre de 2008

Artes posibles

Máquina maravillosa para hacer el arte, no esas tonterías debiluchas que llaman hoy arte, que apelan por separado a la vista, al oído, a otros sentidos o cosas así. El espectador es introducido en un tubo en donde lo aturden fogonazos, caleidoscopios, estroboscopios (vista), berridos, estampidos, cataplunes y zuáquitis (oído), bocanadas de sulfuro, de carbono, pachulí y catinga (olfato), chorros de aceite de ricino y todas esas cosas químicas que tienen sabor sui generis (gusto), pinchazos, raspaduras, cosquillas, mordeduras (tacto), heladuras, quemaduras (sentido de la temperatura), sacudidas eléctricas, vergajazos (sentido del dolor), cambios de sitio, caídas libres, aceleraciones, desaceleraciones, giros en hélice, en tirabuzón y en rizo (sentido de la posición), constricciones, torsiones (sentido de la posición corporal relativa), violaciones (percepción sexual), penetraciones, introducciones de espéculos, insuflaciones, inyecciones de hormonas y vasodilatadores (percepción interna de los procesos orgánicos), choques inductores de entremezclamiento y confusión de sensaciones (percepción cinestésica), inyecciones de drogas (percepción delirante), y como luego de experimentada en su totalidad la experiencia artística ya para qué vivir, el espectador es atacado en su instinto de conservación, fibra a fibra deshilachado, macerado, masticado y digerido. Como sucede con toda nueva forma de arte, en la que proponemos los espectadores, al principio, serán escasos.

Luis Britto García

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